El factor ciudadano
Por: Fernando Belaunzarán | Excelsior
El aparato pesa menos cuando acuden más personas a las urnas.
El mayor imponderable de la sucesión presidencial no es cuál de las corcholatas será la destapada ni siquiera las rupturas en el partido gobernante que pudieran darse en el proceso o tras conocerse la definición, sino el interés de la sociedad y su participación en los comicios. No es que carezca de importancia una eventual división en las filas del oficialismo, sino que, en cualquier escenario, los votos tienen la última palabra y nos enfilamos a una elección de Estado que no tiene precedente en tres décadas.
El aparato pesa menos cuando acuden más personas a las urnas. La abstención se vuelve cómplice de la operación clientelar y el remedio para contrarrestarla es generar expectativas de triunfo, entusiasmar con la propuesta y convencer a los ciudadanos de que votar es fundamental para su presente y futuro. Sería un error darlo por sentado, aunque la inconformidad sea palpable y siga extendiéndose. El rechazo al gobierno no se convierte en automático en voto opositor, pues podrían considerar que la alternativa es igual o peor.
La elección en 2024 será de una trascendencia que no hemos visto en lo que va del siglo, pues estará en juego no sólo quién gobernará el siguiente sexenio, sino el carácter del régimen político, si la democracia y sus libertades fenecerán con la continuidad populista o tendrán otra oportunidad después de que las fallas, vicios y excesos de la partidocracia provocaran una avalancha de sufragios en su contra. Cierto es que la medicina resultó peor que la enfermedad, pero eso no significa que resulte atractivo volver a padecer viejas dolencias.
El desengaño cunde, pues gran parte de los 30 millones que le dieron el triunfo a López Obrador no votaron por el retorno al presidencialismo autoritario y están desconcertados por la indolencia oficial ante el empoderamiento territorial del crimen y la violencia desbocada, el autoinducido desabasto de medicamentos, el aumento de la pobreza, el estancamiento económico con inflación y desempleo, el uso político de la justicia, la subestimación de la violencia contra las mujeres, el cierre de estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, el desprecio por la ciencia, el acoso al INE, el derroche de recursos públicos en magnas obras improvisadas, etc., pero para que cambien el sentido de su voto y se lo den a los partidos que castigaron en 2018, no basta con el espanto.
Para que abstencionistas consuetudinarios y decepcionados del obradorismo decidan votar por la oposición, se requiere una propuesta que los entusiasme y confianza en quienes la enarbolan. Es conocido el desgaste y descrédito de los partidos, por eso se hace indispensable que, en estos momentos cruciales, se abran y se coordinen con la sociedad, la cual puede ser la llave que necesitan para recobrar la legitimidad perdida.
La situación límite que vive el país ha generado una extensa y plural oposición social deseosa de participar para inclinar la balanza. De ahí que hayan surgido distintos esfuerzos civiles que coinciden en la necesidad de que los partidos opositores presenten una sola candidatura presidencial. El Frente Cívico Nacional, con presencia en las 32 entidades, busca precisamente encauzar el enorme y creciente descontento para lograr la más amplia unidad posible y que los ciudadanos incidan de manera protagónica desde ahora.
La suma de logos partidarios es indispensable, pero insuficiente. Una opción creíble, confiable y esperanzadora para la mayoría de los mexicanos tiene que dejar en claro que no representa al pasado reciente, que fue derrotado estrepitosamente hace cuatro años, sino algo diferente y mejor, que construye en vez de destruir; que va a corregir lo que está mal, preservando lo valioso, y sabe cómo hacer de México un país justo y de oportunidades para todos. La mejor forma de acreditarlo es abriéndose a la irrupción ciudadana.
La unidad se construye en la acción. Diversas iniciativas como el Frente Cívico, Sí por México, Unidos por México y Chalecos México, entre otras, deben converger para hacer de la alianza opositora la opción ciudadana que dispute la nación al populismo autoritario. Oportunidad que debe aprovecharse porque se ve difícil volverla a tener.