Todos juegan y pierde México

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Si en algo ha sido consistente a lo largo del tiempo el presidente López Obrador es en su lucha por instaurar su visión nacionalista en el sector energético. Intención a la cual invierte parte importante de su capital político mediante el tiempo dedicado a la crítica explícita a la reforma constitucional conseguida durante la administración anterior, el juicio seguido en contra del exdirector de Pemex, la emisión de decretos orientados a obstaculizar la operación de generadores privados de energía, la presentación de diversas iniciativas de ley en el Congreso de la Unión, así como la defensa jurídica ante recursos interpuestos en el Poder Judicial.

El Presidente juega cómodo en esta cancha porque, dejando por un momento de lado los impactos que su intencionalidad provoca en el desarrollo del sector y el crecimiento económico de México, al día de hoy mantiene ganado el debate frente a la opinión pública en su animadversión hacia las empresas privadas nacionales e internacionales de energía. Ello, sin que su gobierno siquiera haya necesitado ofrecer la más mínima evidencia de mejora operativa en la CFE o en Pemex.

Para muchos, la intencionalidad presidencial parece haber encontrado su primera frontera de peso con la solicitud de consultas para la solución de controversias en el marco del T-MEC, anunciada hace unos días por nuestros socios comerciales como producto de las afectaciones que la política federal impone a empresas estadunidenses y canadienses del sector. Sin embargo, por la valoración de las interacciones detonadas a partir del anuncio, resulta interesante que el llamado a cuentas podría abonarle al mandatario aún mayores grados de respaldo popular, a pesar de que nuestro país corra la amenaza de sufrir represalias comerciales.

Esto es posible porque la oposición cae en el juego de las formas con la que el presidente López Obrador desarrolla su estrategia. La prueba más evidente es, sin duda, las críticas hacia la respuesta presidencial centrada en el éxito musical de Chico Che, Uy, qué miedo. Un recurso de comunicación que al mandatario le permitió conectar de manera directa y contundente con su base electoral e ir más allá, al capitalizar, cuando menos, dos sentimientos sociales asociados a la coyuntura y al sector energético.

Primero, la opinión pública suele cohesionarse en torno a un Presidente cuando se ve amenazado por intereses extranjeros. En especial cuando estos provienen de un país como Estados Unidos que, tanto por situaciones históricas como por los excesos verbales propios de los años recientes, no cuenta con un cheque en blanco en la confianza de los mexicanos. Además de que Canadá está lejos de ser considerado un aliado en toda la extensión de la palabra.

Y, segundo, porque el Presidente y su gabinete no son los únicos que piensan que el desarrollo energético debe quedar en manos de la CFE y de Pemex: por años, las encuestas han reafirmado que mayorías robustas de mexicanos avalan que el Estado controle los recursos energéticos (sea petróleo o electricidad) e, incluso, los estudios de opinión más recientes reflejan que una proporción relevante opina que los precios bajarían con una reforma en los términos planteados por el Ejecutivo federal. El hartazgo con las tarifas es tal que los ciudadanos estarían dispuestos a una modificación regulatoria sin siquiera saber sus términos exactos, con tal de poner fin a una promesa incumplida del gobierno anterior.

El problema no es hacer uso de Chico Che, el problema es una oposición que no logra transmitir la gravedad del fondo de la situación. Decisiones gubernamentales traducidas en apagones en amplias regiones del país; en subsidios a los energéticos que quitan recursos a políticas sociales, y la creciente incertidumbre que desborda no sólo a empresas energéticas, sino a otras industrias que prefieren llevar sus inversiones generadoras de empleo a territorios distintos al nuestro.

El discurso opositor baila al son que el discurso oficial le interpreta. Así es como el mandatario juega con holgura en su cancha, la oposición juega en Saturno y en México todos perdemos.

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