Por Dra. Joaquina Niembro, Profesora-Investigadora,Facultad de Ingeniería de la Universidad Panamericana.
Sea leyenda, cita o la creatividad Rousseau, se dice que una aristócrata europea al saber que el pueblo no tenía pan, acomedidamente ofreció una solución: que coman pasteles. Hoy, 240 años después y a 9,000 km de distancia, lamentablemente el tema es similar: carecemos de un bien básico, el agua. La solución a la problemática derivada es en extremo compleja y no tenemos pasteles como sustituto. El agua es un derecho humano y ya no lo podemos satisfacer.
El costo de agua incluye desde traslado desde el acuífero, potabilización, mantenimiento a la red, descargas y alcantarillado, servicios administrativos, etc. Por otro lado, el precio a la venta depende tanto del uso como del volumen de consumo y los subsidios del gobierno. En la CDMX, el hogar promedio paga por el servicio bimestralmente desde $121 y la tarifa industrial, comercial y del sector público inicia alrededor de los $500, según información de la Gaceta Oficial de la Ciudad de México. Sin embargo, ¿pagamos lo que vale nuestro derecho humano al agua?
En la universidad nos enseñaron que las materias primas más baratas eran el agua y el aire, este paradigma se rompió y además nunca fue real. El pago que realizamos para tener agua, no representa los costos reales. Más allá de lo económico, están los llamados imponderables como el costo asociado a la disponibilidad del recurso en el tiempo, los impactos sociales de la escasez, los cambios en el paisaje y la pérdida de biodiversidad por la contaminación del agua, entre otros.
Hoy, disponer de agua es un lujo. El programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos considera que el estrés hídrico en el mundo afecta a 2,400 millones de personas, es decir, al 36% de la población mundial. La FAO define el estrés hídrico como la extracción excesiva de agua dulce procedente de fuentes naturales en comparación al agua dulce disponible. Según reporta WRI, México es uno de los 25 países con el mayor estrés hídrico.
Entre las causas del estrés hídrico están la demanda insostenible y el cambio climático global que afecta lluvias, deshielos, y genera temperaturas atípicas, etc. Estrés hídrico y sequía son conceptos que van de la mano. CONAGUA define sequía como el periodo prolongado donde las precipitaciones están por debajo del promedio histórico. El pasado 19 de agosto, el Monitor de Sequía en México de CONAGUA publicó que el 57% del territorio nacional está anormalmente seco y el 21% del territorio vive en una sequía severa.
La sequía que vivimos y que promete no dejarnos más, es consecuencia de una problemática compleja. Es natural, realmente atribuible a procesos naturales de la tierra. También será natural porque en poco tiempo, tendremos que aprender a vivir de forma natural con los efectos del Cambio Climático. Sin embargo, la sequía y el estrés también son antropogénicos derivados de una incorrecta gestión del recurso.
A este respecto, regresemos al título de mi participación: si no tienen agua que tomen refresco, metáfora que me permito, recordando que problemas de ese corte, generaran revoluciones. Las predicciones Ismail Serageldin, vicepresidente del Banco Mundial, en 1995, se están haciendo realidad: “las guerras del próximo siglo serán por el agua”. Como ejemplo, la necesidad del monitoreo constante en Malí, Irak, Kenia y Etiopía, ante el riesgo de seguridad latente por la escasez del recurso, según indica la Asociación internacional Agua, Paz y Seguridad (WPS).
Sin ir más lejos, el Observatorio de Conflictos Socioambientales de México registro en 2020: 33 conflictos sociales asociados a la falta del preciado líquido. Para muestra, el conflicto de presa La Boquilla, donde la comunidad quitó el control a la Guardia Nacional e interrumpió el flujo del agua de Chihuahua a Estados Unidos. Ahora bien, dado el panorama: ¿qué hacer? ¿cómo nos preparamos para acometer la situación?
Consulté a los especialistas de la Asociación Agua en México y su presidente, Juan Francisco Bustamante, me compartió su parecer: ya las grandes empresas cumplen su papel y ayudan al desarrollo de la cadena de valor consciente del tema agua. Ahora necesitamos un liderazgo real que dirija nuestros esfuerzos para la correcta gestión del agua en México. No solo es un tema de inversión sino de conciencia.
Regreso a la metáfora del título: tomar refresco, como referencia a tomar las mejores soluciones de la industria. No tenemos sustituto del líquido, pero sí que podemos gestionar de mejor manera su ciclo de vida. Aunque sólo representa el 4.9 % del consumo nacional (datos de CONAGUA, 2017), la industria cuenta con muchos casos de éxito en sus sistemas de gestión y buenas prácticas. Si la industria evangelizará y comunicará amigablemente sus mejores ejemplos, nos beneficiaríamos tanto la sociedad civil (14.7 %), como el mayor consumidor el agro (75.7%).
Si grandes empresas están haciéndolo bien, ¿porque no compartirlo? El tercer principio de la circularidad hace referencia a la Regeneración de sistemas naturales. Es decir, no solo debemos proteger sino mejorar activamente el medio ambiente. La empresa está en la posición estratégica para ello. Aunque también, justo es reconocer que la competencia, no es del sector industrial que sigue normatividad del Estado, sino del Estado mismo.
Si la empresa puede desempeñar un gran papel, tanto más, el Estado. Mismo que deberá ejercer un liderazgo comprometido para sino resolver la situación dadas las implicaciones globales, sí tomar las medidas para paliar los impactos, controlar profesionalmente, mitigar y remediar. ¿Quién sino cuenta con el marco legal, de infraestructura y los mecanismos para la implementación de la política pública?
Recién nos enteramos que hasta el agua de lluvia está contaminada, y seguimos sin actuar y ya no hay tiempo, ya no hay recurso, ya no habrá un derecho humano básico. Ya no podemos decir “si tienes limones has limonada” porque el tema es que lo que no hay es agua. Y sin agua tampoco podemos tomar refresco.