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Por: Macario Schettino | El Financiero

El desperdicio de recursos, la ausencia de planeación y la distracción de energía marcan ya a este gobierno y no podrán corregirse.

El viernes, el Presidente inauguró lo que ahora llaman “primera etapa constructiva” de la refinería de Dos Bocas. El evento permitió tener una idea del avance de la obra, que resultó ser notoriamente inferior a las peores expectativas. Confirma con ello lo que había dicho esta columna: su mejor proyecto es el aeropuerto de Santa Lucía, que no tiene utilidad alguna. Todo lo demás será peor. El desperdicio de recursos, la ausencia de planeación y la distracción de energía marcan ya a este gobierno y no podrán corregirse. Se suman a la destrucción institucional, el estancamiento de la economía y al cultivo diario de la polarización, el odio y el enfrentamiento.

Como esperábamos algunos, porque conocíamos la historia del movimiento y de su líder, el gobierno de López Obrador ha resultado sumamente costoso para el país. Su continuidad por otro periodo podría ser destructiva. Más allá de la natural competencia entre opciones políticas, la esencia antidemocrática de un movimiento avasallador, con una visión mítica y simplista, subordinado a una persona, es una amenaza a la estabilidad y permanencia de una nación con una brevísima historia democrática.

Sin embargo, el espacio político quedó prácticamente vacío en 2018, lo que facilitó la destrucción inicial, y aunque la reacción ciudadana en 2021 ha establecido límites, que los partidos de oposición han respetado, el riesgo de que la simple inercia nos coloque en ruta al precipicio es demasiado grande.

El sábado se llevó a cabo el Congreso Constituyente del Frente Cívico Nacional. Se trata de un esfuerzo ciudadano para construir una alternativa frente al proceso de destrucción encabezado por el gobierno. Su objetivo es impulsar la construcción de una gran alianza electoral, que permita contar con una candidatura única de oposición y que, de resultar exitosa, se convierta en una alianza parlamentaria y de gobierno.

La necesidad de la unidad debería ser evidente frente al proceso de destrucción del actual gobierno. No es que se trate de una administración con defectos, sino que es un esfuerzo consciente de restauración autoritaria: cerrazón e imposición parlamentaria, eliminación de organismos autónomos, destrucción institucional.

Un esfuerzo de unidad frente a esa restauración autoritaria es el acto más democrático posible en el momento actual. No se eliminan las diferencias al interior de la alianza, sino que se privilegia la posibilidad de confrontar esas diferencias en el futuro. Sin democracia, no hay manera de tener discusión pública. Si queremos discutir nuestras diferencias mañana, debemos olvidarlas hoy.

Por obligación, este esfuerzo de unidad deberá tener un único candidato o candidata a la presidencia en 2024. La diversidad interna podrá reflejarse en la renovación del Congreso. La forma de seleccionar esa candidatura es entonces un elemento clave. El frente propone que el proceso de selección sea abierto a la ciudadanía, mediante elecciones primarias, convenciones ciudadanas locales o algún otro procedimiento que permita a partidos políticos un espacio aceptable, pero que privilegie la voluntad de las personas.

El frente, como cualquier esfuerzo humano, tiene muchos defectos. Participan en él demasiados viejitos (incluyendo a este columnista), faltan jóvenes, deberían incorporarse más mujeres, hay participantes con historia partidista, se repite en él el dañino centralismo. Pero estos defectos pueden resolverse con una mayor participación. Más que quejarse o reclamar, lo que hoy se necesita es participar.

Porque ése es precisamente el problema de fondo. Delegar a otras personas las decisiones colectivas es algo obligado en las complejas sociedades actuales, pero desentenderse de ellas, para sólo criticar y reclamar, mientras la casa común se viene abajo, no es democracia, es desidia.

No existe candidata o candidato que pueda transformar a México. No hay fuerza política que haga por nosotros lo que nosotros debemos hacer. Si alguien cree que el camino actual es no sólo erróneo, sino destructivo, lo que procede es actuar. Para eso existe ya el Frente Cívico Nacional.

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