La muerte del populismo
Por: Amado Avendaño | Etcétera
A propósito de la muerte de Luis Echeverría, una reflexión sobre el fracaso del populismo como sistema de gobierno.
Quizá esta muerte, la de Echeverría, habría pasado desapercibida si no es porque la reencarnación de esta forma de gobernar que destruye todo a su paso la estamos padeciendo justo ahora, cincuenta años después.
Enternece ver como algunos promotores cuatroteros, entre ellos, Julio Astillero se llevan entre las patas a su amado mesías cuando intentan criticar a la figura de Echeverría diciendo: “…quiso engañar con un izquierdismo retórico: “apertura democrática”, seducción de intelectuales propicios, populismo priista. Simuló remover el sistema y terminó envuelto en la locura política, dictando órdenes estrafalarias, proclamando “cambios” insostenibles”, frase ésta que le acomoda más a López Obrador que a quien iba dirigida.
Y la reflexión va en el sentido de por qué para algunos sigue funcionando el populismo. Yo creo que es básicamente por la baja autoestima social incubada desde el exacerbado presidencialismo posrevolucionario, que hoy por hoy hace que muchos sigan esperanzados esta vez si, en un milagroso acto de advenimiento de un verdadero mesías que venga a salvarnos sin nosotros haber hecho absolutamente nada para merecerlo.
Ahora mismo algunos están obcecados desde la propia oposición invocando el corcholateo de una especie de semidiós con capacidades sobresalientes: sabiduría, generosidad, carisma, honestidad, talento y todos los atributos que quieran agregarle.
Alguien a quien adorar para atribuirle hasta milagros para que finalmente nos libre de la plaga cuatrotera y su falso y decepcionante mesías y entonces irnos nuevamente a descansar a nuestra “ciudadana” zona de comfort como lo hemos hecho todos estos años.
¿De dónde saldría alguien así? ¿de nuestro sistema educativo? ¿de nuestros “valores culturales, morales y espirituales” de “pueblo bueno y sabio” que cuando encuentran una cartera un celular o cualquiera otra cosa se lo quedan, o peor, que si lo devuelven se les convierte en héroes cuando eso debería ser lo normal? ¿O que cuando se accidenta un trailer con mercancía son capaces de dejar morir al chofer para no perder la oportunidad de robarse las cervezas, los pañales, los refrescos o hasta destazar animales vivos que venían en la carga?
Dolorosamente debemos reconocer que tenemos lo que como sociedad merecemos, unos por acción y otros por omisión. Todos de alguna manera hicimos o dejamos de hacer algo consciente o inconscientemente para que el populismo reencarnara en su versión más perversa.
Hoy aún tenemos la oportunidad de reparar ese profundo daño que le hemos hecho a México al permitir que un demente destruya nuestro país y el futuro de generaciones enteras.
Como ciudadanos hay que incolucrarnos en las cosas que nos competen y nos afectan, informarnos (pero informarnos bien), participar, organizarnos, pero sobretodo, hacernos responsables de nuestras propias decisiones.
Ya es hora de que vayamos entendiendo que si no nos involucramos en la toma de decisiones en este país, nada va a cambiar; un Tlatoani seguirá sustituyendo a otro y el ciclo se repetirá interminablemente, pero lo que es real es que nadie nos va a salvar, tenemos que hacerlo nosotros mismos.
El populismo no va a morir a golpes ni con violencia, al populismo hay que acabarlo ignorándolo, minimizándolo, exhibiéndolo y construyendo alternativas.
Pero eso sí, si no acabamos con el populismo, el populismo va a acabar con nosotros.