¿Qué tanto importa la Ciudad de México?

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Por Ricardo Pascoe Pierce | Excelsior

Fotografía: Excelsior

En la reciente encuesta de Mitofsky sobre la opinión de la Ciudad de México acerca de “la manera en que está gobernando el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador” la aprobación del Presidente se ubica en 45% y la desaprobación en 55 por ciento. 

 La encuesta es relevante para una sociedad hipercentralizada como lo es la mexicana. Lo que sucede en la Ciudad de México es noticia nacional, mientras lo que ocurre en, por ejemplo, Monterrey, es noticia local. Así las cosas. 

 La muerte del expresidente Echeverría nos recuerda la masacre del 2 de octubre de 1968, ocurrida en la Ciudad de México y factor determinante para que, en 1978, el régimen priista tuviera que abrir el sistema político-electoral de par en par. 

 En 1988, cuando Salinas habría ganado la Presidencia, perdió el PRI, por primera vez en 70 años, la Ciudad de México, incluyendo senadores y diputados. ¿Cuál fue la conclusión en el estado de ánimo social del país acerca de esa elección? De que Salinas perdió la elección y que Cárdenas la ganó. ¿La prueba? El resultado electoral de la Ciudad de México.  

En 1997, y como resultado de la elección al jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas fue electo, derrotando al candidato priista Alfredo del Mazo. Esa derrota del PRI en la Ciudad de México también fue acompañada de un fenómeno nacional: el PRI perdió la mayoría del Congreso por primera vez en toda su historia. La percepción general del resultado electoral fue que era consecuencia directa de la victoria de un opositor en el gobierno de la Ciudad de México.  

Indirectamente, la victoria de Cárdenas y el PRD en la Ciudad de México pavimentó el camino para que Vicente Fox y el PAN ganaran la Presidencia de la República, tres años después. 

Esa percepción de causalidad entre Cárdenas en 1997 y Fox en 2000 puede abrir alguna discusión, pero para entonces estaba cimentada la idea de que la Ciudad de México tendía a marcar la pauta del porvenir político del país. 

El mismo López Obrador, siendo jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y después, argumentaba su razón central para explicar que le habían robado sucesivas elecciones presidenciales: porque ganaba ampliamente en la Ciudad de México. 

Precisamente, porque subyace en la cabeza de López Obrador y el morenismo la idea de que la Ciudad de México marca la pauta y la ruta electoral para el resto del país, es que sienten pasos en la azotea. Y también es la razón por la que López Obrador nombró a Sheinbaum a la Jefatura de Gobierno: metafóricamente es la Vicepresidencia del país. 

 Electoralmente, la jefa de Gobierno ha sido un desastre para Morena. Perdió las elecciones intermedias más importantes de su carrera política: más de la mitad de las alcaldías fueron ganadas por la oposición. Incluso, en el voto revocatorio, cuando iba solo Morena y sin la participación de la oposición, perdió aún más votos. 

Por esos reveses electorales es que está, francamente, en duda la viabilidad de la candidatura presidencial de Sheinbaum. Es, y ha sido, una perdedora. 

 La percepción que arroja la reciente encuesta de Mitofsky es que la Ciudad de México está perdida para Morena. Cierto o no este hecho, que aún está por verse, la situación en la Ciudad de México eleva a niveles de emergencia la situación electoral de Morena en el Estado de México. Si pierde el Estado de México, junto con la Ciudad de México, la consecuencia numérica y de estado de ánimo social es evidente: Morena perderá la Presidencia de la República en 2024. 

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