El lodo de la política cupular

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Por Agustin Basave | Milenio

Fotografía: Milenio

a oposición está extraviada. La alianza Va por México (VPM), en particular, no ha sido capaz de elaborar una agenda que compita con la del presidente López Obrador por la atención de la mayoría de los mexicanos y capture el imaginario colectivo. Por si fuera poco, el escándalo de los audios del presidente del PRI (y ahora el anuncio de la investigación a Peña Nieto) ha puesto a ese partido en aprietos y a los aliancistas contra las cuerdas. En ese contexto adverso a VPM ha emergido un grupo de políticos y activistas que le ofrece una bocanada de oxígeno. Se trata del Frente Cívico Nacional (FCN), una organización que busca articular a la sociedad civil, principal damnificada de la 4T, en aras de una “ciudadanía empoderada”. Yo tengo reservas en torno a la composición de la alianza opositora pero coincido con dos propuestas del FCN: la elección democrática de su candidato(a) y el gobierno de coalición.

La primera incrementa la probabilidad de éxito electoral y la segunda abona a la gobernabilidad poselectoral. Con mi cachucha parlamentarista empiezo por analizar el gobierno coaligado. Si la unidad de los diversos no trasciende la boleta, si se queda en la suma de logotipos y no se plasma primero en un programa común y luego en un gabinete compartido, el aliancismo se desvirtúa. Cierto, México necesita transitar a un régimen parlamentario porque ese es el sistema que mejor procesa la pluralidad, desincentiva el caudillismo y mejora la gobernanza, y porque lo que se legisló en nuestra Constitución —ese “presidencialismo transformer” que permite optar entre lo que hoy tenemos y una suerte de “coalicionismo”— es un híbrido disfuncional (por algo ya casi nadie se acuerda de que ahí está). Pero, dadas las circunstancias, es un acierto que VPM vaya por un gobierno de coalición. Esa idea, sin embargo, indispensable como es para prefigurar la transición del país de un solo hombre a un país de liderazgo concertado, no trasciende el círculo rojo. Es aquí donde entra la propuesta que sí encuentra resistencias en VPM: la elección primaria.

Enfrentar con democracia al dedo encuestador de AMLO (todos sabemos que la encuesta dirá lo que él quiera), contraponer un método democrático al culto a la personalidad, eso sí podría atraer al círculo verde. Si el FCN logra forjar la narrativa de un levantamiento en urnas contra una sucesión autoritaria, si consigue que no sean las aborrecidas dirigencias de los partidos sino los ciudadanos los que definan la candidatura presidencial de VPM y lo contrasta con el “corcholatazo” en Morena, el panorama podría cambiar. La voluntad de millones de electores de un lado, el dedazo de un gran elector en el otro. Participación o genuflexión. Convencer a los votantes o complacer al gran líder. Esto, junto a una plataforma que priorice el combate a la corrupción y a la desigualdad y ofrezca concordia y no polarización, conformaría una oferta atractiva. El repudio a la partidocracia nace de la irritación social causada por políticos que toman decisiones al margen de la gente; si la oposición hiciera una elección abierta para postular a su candidato(a) —lo que Morena no hará— quizá arrojaría sobre AMLO, por primera y paradójica vez en su historia, el lodo de la política cupular. A VPM le conviene intentarlo.

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