La elección de Estado que viene

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La elección de Estado que viene

Por: Acosta Naranjo | Etcétera

En junio de 2024 viviremos la elección de Estado más fuerte de los últimos cien años.

El presidente López Obrador ya tomó la decisión de ponerse al frente de ella, sin tapujos, sin escrúpulos, a la vista de todo mundo. La decisión de hacerlo descaradamente es parte de su estrategia, para que todos sepan de su decisión; pretende amedrentar a todos, gobernadores, alcaldes, empresarios, movimientos sociales, medios de comunicación, líderes de oposición.

Que todos sepan que si apoyan una opción distinta a la del presidente lo enfrentarán a él, y que se atendrán a las consecuencias, pues está claro que el presidente extiende impunidad para quien lo respalda y persigue, detiene, exilia y hostiga a quien se le opone: los ejemplos abundan.

Puede usar decenas de horas de su hoguera mañanera contra periodistas que ejercen su profesión y lo investigan, violando sus derechos y la ley, exonera en minutos las acusaciones a su familia aunque aparezcan en videos o existan documentos que confirman su corrupción.

El presidente tiene bajo su mando directo, sí, en su propia oficina, el manejo de todos los programas sociales que ha venido construyendo con el dinero de todos los mexicanos, 22 millones de beneficiarios, a los cuales se les informa que su apoyo les llega gracias “al presidente”. A ellos, miles de “servidores de la nación” que no son otra cosa que activistas de Morena, los visitan para decirles que si gana la oposición perderán esos beneficios y, por lo tanto, los organizan detalladamente para que asistan a votar cada vez que sea necesario. El corporativismo y clientelismo más crudo y cínico que nunca.

Los gobernadores y gobernadoras reciben instrucciones, tareas, metas de movilización electoral, ellos son encargados de sus territorios, responsables políticos de los resultados. Así baja la línea a los alcaldes, regidores, diputados locales, federales, funcionarios públicos de los tres niveles, sindicatos y trabajadores de confianza. El aparato público convertido en aparato electoral.

Las dos grandes televisoras, que cubren más del 90% de la televisión abierta del espectro radioeléctrico, satelital y por cable están en el cuarto de junto del presidente: la televisión pública está llena de programas de adoctrinamiento, propagandistas de las decisiones del amado líder y de ácidas críticas a los opositores.

Se presiona para cerrar los pocos espacios libres, o por lo menos para que incorporen a la programación a algún distinguido comentarista de la CuatroT. Así aparecen de repente, para “equilibrar” el programa.

Quien se resiste, es cliente permanente del poder presidencial, enemigo del poder presidencial.

Los empresarios en su gran mayoría, asustados, precavidos, rumiando su molestia en privado y comprando en público boletos de una rifa que no rifó un avión son neutralizados, sometidos.

El presidente en 2024 no acatará ninguna indicación del INE o del Tribunal Electoral, ya le quitó las tarjetas rojas al árbitro, a las amarillas no les hace caso. Por eso su embestida permanente y despiadada al órgano autónomo que tanto costó construir, que le permitió acceder al poder y que hoy quiere destruir, o por lo menos achicar, arrinconar, atar de manos.

Él pasará sin rubor por encima de la Constitución, la ley y todo lo que quiera regularlo.

En el 2024, con Andrés a la cabeza, todo el aparato se volcará a garantizar la continuidad de lo que ellos llaman transformación, pero que en sus sueños creen revolución. Como su tarea es esa, revolucionaria y en favor del pueblo bueno, los métodos pasan a segundo plano de importancia, el fin justifica los medios, todo se vale.

El presidente usará sus dos nuevos aliados, inéditos:

El ejército, a quién empoderó, metido en negocios, con decenas de funciones y, donde ahora, utiliza al general en jefe de la Guardia Nacional para subirlo a templetes de actos políticos en favor de la continuidad de su “movimiento”, usa sus aviones como aviones de redilas, que utiliza para transportar de un mitin a otro, al Secretario de Gobernación junto a dirigentes partidarios.

Hace 80 años el ejército fue separado del partido oficial, hoy inició su regreso a la estructura del nuevo partido oficial.

Y los narcos, quienes ya en la elección de 2021 participaron activamente en grandes porciones del territorio nacional en favor de Morena. Los testimonios de este fenómeno es amplio y contundente. Se dice solo la punta del suceso. Sinaloa, Michoacán, Nayarit, Baja California Sur, Guerrero, Sonora, San Luis Potosí, por mencionar solo los ejemplos más evidentes y documentados.

En el 2024 este mecanismo puede crecer, ¿y cómo puede ser de otro modo? Si el presidente los felicita por portarse bien en la elección, si saluda a la jefa, si suelta a los hijos, si los amenaza con una chancla, y les ofrece abrazos, no balazos.

Si en la próxima elección presidencial el candidato opositor anuncia una política pública que combata a la delincuencia organizada, que aplique la ley, que recupere el control del Estado mexicano sobre los territorios del país ahora controlados por ellos, ¿a quién creen que van a apoyar?

El presidente pacta con ellos en público, él les ofrece impunidad por las mañanas, y no van a permitir dócilmente que se les quiera quitar este trato privilegiado. Es una desgracia nacional.

No descarto que intente llegar a impedir la elección, o desconocer su resultado si le es adverso.

Pudiera seguir argumentando sobre por qué veo que se acerca la elección de Estado más brutal y cruda del último siglo. El espacio no alcanza.

Esta descripción no es para aumentar nuestro miedo, ni causar desaliento, intento que dimensionemos a lo que nos enfrentaremos y tenemos la obligación de derrotar por el bien y salud de la República.

De ese tamaño es la necesidad de nuestra unidad, la más amplia unidad. De la sensibilidad que deben tener los dirigentes políticos o de quienes pretenden ser dirigentes políticos. De los activistas sociales, cívicos, ciudadanos, articulistas, analistas, demócratas de centro, derecha e izquierda, de cualquier signo, pero demócratas.

Con una propuesta de programa superior a la que hoy se instrumenta, con políticas públicas serias, para un gobierno plural, capaz, que limite el presidencialismo.

Construir esta amplísima unidad, es nuestro reto, trabajemos en eso, con ética sí, pero con tolerancia e inteligencia, es más difícil construir la unidad, es mucho más fácil construir la diferencia.

Podemos sentirnos superiores, ser críticos implacables, puros, solo que sin tolerancia no hay democracia, sin tolerancia no habrá unidad opositora, estaremos satisfechos con nuestra conciencia, pero tristemente, sin democracia.

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